He
observado que cualquier poeta o poetisa que se precie, ha de plantearse una
serie de profundas preguntas sin respuesta. Estas son las mías:
1- ¿Por qué el monociclo se llama
monociclo y no “monocicleta”, y la bicicleta se llama bicicleta y no “biciclo”?
2- Con lo que molan sus nombres,
¿cómo es que no sé dónde están en mi bici el buje, la tija y la biela?
3- ¿Por dónde se va el aire de mi
rueda trasera si he metido la cámara en un cubo con agua y no salen burbujitas?
4. ¿Cómo es que por el carril bici
va a más gente corriendo o paseando que en bicicleta?
5- ¿Cómo conseguían subirse
antiguamente en aquellos velocípedos de rueda alta?
6- ¿Por qué hasta el jardín de tus
besos sólo se puede ir en bicicleta?
7- ¿Quién no pilla la indirecta de
Whastapp? (entre sus emoticonos incluye una
bicicleta pero no una moto)
8- ¿Cómo es posible que en pleno
siglo XXI todavía haya algunas personas a quienes no se les permite montar en
bicicleta?
La mujer del tiempo
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