Unas de las razones fundamentales que explican el abusivo uso del vehículo privado en las ciudades es el aparcamiento gratuito. En EEUU por ejemplo de calcula que el 95 % de los desplazamientos se debe a la existencia de facilidades en el aparcamiento. (Transportation Research Board, 2001). Claro, si sabemos que podemos aparcar sin costes económicos en el punto de destino, ¿por qué no utilizar el vehículo privado?
Salamanca no es ajena a este hecho y gran parte de los desplazamientos al campus Miguel de Unamuno o a los centros comerciales -dentro o en la periferia del casco urbano- se deben a que efectivamente existe espacio gratuito (incluso beneficios como tickets de gasolina o promociones en diferents comercios) para aparcar. La gestión de los medios de transporte privados es una tarea pendiente de consolidar en la mayoría de las ciudades españolas. Mientras que en otros países europeos (incluso ya en ciudades anglosajonas) las restricciones del aparcamiento han sido uno de los leiv motiv de las corporaciones municipales durante la última década, en Salamanca, los avances en este sentido han sido muy tímidos y siempre delicados por cuanto no existe una buena acogida ciudadana.
Como ya hemos citado, los centros comerciales y también el campus Miguel de Unamuno son casos paradigmáticos de este sinsentido. Las restricciones de aparcamiento deben tener políticas reflejo de tal manera que si no se permite el aparcamiento, se tienen que garantizar otros medios de transporte, lo que algunos expertos en la materia denominan la discriminación positiva. La ciudad de Salamanca cuenta con varias áreas restringidas al aparcamiento, bien a través de tarifas para usos residenciales o bien a través de una tarifa común a todos los usuarios. Lo que llama la atención es que no se han reforzado otros mecanismos complementarios de tal forma que el acceso al centro de la ciudad se pueda suplir mediante una buena red de transporte urbano (con horarios ininterrumpidos y ciertamente adaptados a la realidad de cada área), la posibilidad de diseñar itinerarios peatonales prioritarios desde los bordes del núcleo urbano hasta el centro o, yendo aún más lejos, servicios lanzadera de transporte colectivo. No comentaremos en absoluto el erróneo diseño de la red de itinerarios ciclistas en este sentido.
Si a todo ello unimos la escasa dedicación por parte de las autoridades a contemplar campañas y actuaciones en favor de la sensibilización ciudadana, poco nos queda por decir. Salamancaenbici ha intentado recientemente averiguar cuántos pasos peatonales existen en los que el cruce de calzada se gestione mediante demanda, es decir, a solicitud de los viandantes. No conocemos ningún caso en el que el peatón pueda modificar la regulación del tráfico al modo de los pasos Pelican o Puffin (ambos sistemas incorporan activación del semáforo en verde para peatones mediante un botón y también mediante sensores de tráfico se cierran al paso peatonal). Tampoco detectamos grandes itinerarios peatonales (convenientemente señalizados) que permitan a alguien aparcar a las afueras y caminar con cierta facilidad hacia y desde el centro urbano. Ni tan siquiera constatamos la existencia de plataformas únicas o peatonales en las que el vehículo privado es el que sube al espacio peatonal guardando una velocidad y comportamiento adecuados al espacio que transita.
Tal vez, con la puesta en práctica de estas y otras muchas medidas junto a una mayor inversión en la transformación social, puedan encaminar a Salamanca hacia la modernidad y lo que algunos denominan ciudades inteligentes. Hasta ahora el único síntoma local de ciudad inteligente lo encontramos en los medidores de contaminación de la calle Los Cipreses y cuyos resultados nunca veremos. La inteligencia del día a día en la ciudad también consiste en la transparencia que pueden ofrecer las nuevas tecnologías, lamentablemente, aún en manos de los viejos gestores.
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