No hay persona mayor que alguna vez se haya acercado a un ciclista y le haya comentado la jugada de cuando él montaba en bicicleta. Que si tenía una BH, una orbea o aquella o esta otra. Que si iba al pueblo de al lado o las ingeniosas artimañas que desplegaban para arreglarlas. También los hay que miran al ciclista con cierta hostilidad renegando seguro de sus tiempos mozos cuando su vida transcurría igualmente sobre una bicicleta. Si en la España de los 50 ó 60 la bicicleta, sobre todo en el mundo rural era un vehículo habitual para el día a día, dejó de serlo en la urbe a partir de entonces.
La actualidad urbana marca una vuelta a aquel entonces bajo -eso sí- otros estándares y modas pero que en definitiva, reconocen a la bicicleta como una herramienta fundamental en la ciudad. Si el coche se convirtió en un bien que ofrecía status con un reconocimiento social y que de alguna manera deterioró la imagen ciclista, hoy en día la balanza parece tornarse en favor de aquellas personas que, indistintamente de su clase u origen, utilizan la bicicleta diariamente. Existen diferencias de una ciudad a otra. En Salamanca, por su naturaleza y escala el proceso de reinvención de la bicicleta es más lento que en otras ciudades que, siendo más cosmopolitas y vanguardistas, tienen ya una largo camino hecho.
De aquellos tiempos, solo quedan nostalgicos abuelos con cierto sentido común y alejados de una apariencia social y que muchos de ellos aceptaron resignadamente a la hora de venirse a vivir en la ciudad. No obstante, esta es una circunstancia de doble cara que hace que mientras en el pueblo todos reconocemos tener una bicicleta, bien en uso bien colgada en algun gallinero o galpón, en la ciudad parece en cambio inviable y carente de todo sentido práctico. Esta doble perspectiva es muy habitual en el imaginario colectivo de la ciudadanía salmantina y es donde hay más trabajo por hacer.
Llama la atención como algunas facetas del trasiego urbano salmantino han mantenido mejor o peor estas reminiscencias del pasado. Algunos ejemplos los encontramos en el reparto y transporte en general de chichas entre carnicerías y que escasos jóvenes realizan ininterrupidamente todos los días. Se trata de una idea original y muy posiblemente reminiscente del pasado pero que desafortunadamente no termina de obtener un prestigio social. Ello se debe quizás al poco interés de los empresarios de la industria cárnica local por dignificar el trabajo sobre las dos ruedas (por ejemplo, dotando a las bicicletas de cierta imagen y garantías al menos mecánicas o de mantenimiento e, incluso, de instrucciones a la hora de circular por la calzada o zonas peatonales o un determinado vestuario) o, encillamente, a las precarias retribuciones - no imaginamos- de estos trabajadores.
Bicicletas de reparto de productos cárnicos en Salamanca. www.salamancaenbici.com |
Otro ejemplo lo encontramos en el coleccionismo de bicicletas antiguas como piezas de museo -que algunas lo son- pero que, en definitiva, sitúan a la bicicleta antigua como un bien utilitario solo para la admiración y la contemplación. Frente a ello el incipiente estilo Vintage, retro o chic. También en las escasas y anecdóticas personas mayores que de vez en cuando se cruzan en nuestro camino y que, con indepencia de su signo social, suponemos siguen creyendo -con o sin resignación- en la bicicleta como una forma de entender la ciudad. A lo mejor es una cuestión que deriva de la imposibilidad de contar con un vehículo pero que en definitiva rescata un discurso fundamental y con una actualidad manifiesta: la bicicleta es la forma de desplazarse por la ciudad más barata, saludable y eficaz. Y así parecen entenderlo los arquitectos, los profesionales liberales y también, los funcionarios que, teniendo un cierto status aparcan sus bicicletas todos los días frente a la universidad, las administraciones públicas o los institutos y colegios. Este el el mejor signo de Smart City. Otro marco que se quiebra es el precio de la bicicleta como indicador de la razón o condición social, que lo és. Son muchas las personas que prefieren alquilarlas o rescatar de esos oscuros lugares en el rural, sus viejas bicicletas para ponerlas a funcionar sin otorgarles la capacidad de situarles por encima de otros conciudadanos. Hecho muy habitual en el ciclismo de carretera y mountain bike.
Algo está cambiando. Las dos ruedas, sean cualesquiera, nos adelantan síntomas de cierta inteligencia y pragmatismo social. De gente inteligente, por encima de viejas estructuras mentales y mitos pasados. Convencidos de que la mejor de las opciones es aquella que les permita aprovechar el tiempo, mantenerse en forma y disfrutar la ciudad líbremente. Las bicicletas vienen para quedarse y aquellos que sigan renegando de su utilidad y prestigio creciente, es que no ven más allá de sus narices.
He dividido el "ladrillo" en dos:
ResponderEliminarHabitualmente vivo en Madrid (ciudad lamentable, incómoda y atrasada donde las haya para el ciclista) pero la casa de mis padres en Salamanca está junto al Corte Inglés y cuando estoy allí suelo hacer uso de ese punto de préstamo de bicis para bajar al centro. El caso es que las pasadas navidades quedé con unos amigos para cenar en un restaurante de la calle Espoz y Mina. Podía haber bajado caminando pero opté por la bicicleta. Salí cinco minutos antes de la hora de la cita y llegué a tiempo. Algunos de mis amigos que llegaron tarde porque no encontraban sitio para aparcar todavía se atrevían a mirarme como un bicho raro por haber llegado en bici hasta Los Bandos. Les hacía gracia y lo veían como una rareza exótica de un friki (e incluso creo que algún conocido podría llegar a cuestionarse mi poder adquisitivo por el hecho de bajar en bicicleta). No conciben que una persona arreglada para ir a cenar se desplace en bicicleta porque "sudas" "te cansas" y "te ensucias" Además "dónde vas con este frío" Yo lo que hice fue ponerme los guantes y la bufanda, sentarme y apenas dar pedales ya que todo el trayecto es cuesta abajo, no gastarme ni un duro en gasolina ni aparcamiento (ni multas) desentenderme de la bici una vez que llegué y poder tomar bebidas alcohólicas sin estar pendiente de un coche.
Hay un problema social trufado de excusas para evitar los desplazamientos en bicicleta: "Es peligroso" "La ciudad no está preparada" "hay cuestas" "Hace frío" Imagino que todos los ciclistas urbanos escuchamos una y otra vez lo mismo y es un muro difícil de romper.
Decenas de veces he llegado al portal de mi casa vestido de calle y con las bolsas del super colgando del manillar y siempre algún vecino me dice lo mismo: "¡Qué! ¿De hacer deporte?" y siempre contesto "No, de la compra." Son barreras mentales que poco a poco hay que ir levantando. Desde casa de mis padres me es realmente cómodo ir por ejemplo, al Mercadona de Los Cipreses por el carril bici de Federico Anaya y Av. Cipreses. Compro lo justo, no gasto de más, ni en gasolina, no cargo, no me pesa, tardo lo mismo que en coche ya que en lo que desaparco y aparco estoy ya en la puerta del supermercado, hago ejercicio, no hago ruido, no expulso gases tóxicos y le hago un bien al resto de vecinos (aunque en lugar de agradecérmelo me lo echen en cara) voy por un camino cómodo, seguro y agradable... Pues no hay manera, a muchos eso les parece una rareza. Y llegas a Mercadona y NO HAY APARCAMIENTO PARA BICICLETAS.
...Segunda parte:
ResponderEliminarMe encanta ir vestido lo más elegantemente posible sobre una bici porque muchas veces lo que pretendo es "dar ejemplo" y que mucha gente deje de asociar bicicleta a deporte, ocio, domingos... y empiece a pensar en ella como la manera más eficaz (que la mayoría de las veces lo es) de acercarse al trabajo, a tomar un café al centro, a la facultad, al supermercado, al teatro...
Creo que la clase política debería dar ejemplo. Si seguís mi blog habréis visto que en una de mis entradas mostraba cómo se inauguraba un tramo de carril-bici junto al Puente Romano y para ello las autoridades se desplazaban hasta allí en varios coches oficiales y no contentos con esto, los metían en plena ribera.
Lo de la gente mayor es más complicado. Creo que muchos siguen viendo el coche como un elemento de progreso social y personal. Renunciar a él supondría una pérdida de status y un "atraso" cuando no es así.
Capítulo aparte lo merecen ELLAS. Porque sí; vemos a arquitectos, profesionales liberales, funcionarios y chicos que van a la universidad, pero en ciudades como Salamanca ver a una mujer en bicicleta es complicadísimo. "Es que la falda, es que los tacones..." Es que la abuela fuma (las excusas de siempre) De verdad que hay pocas cosas que me parecen más elegantes que una persona bien vestida sobre una bici bonita (A ver si poco a poco puede ir surgiendo un "Salamanca cycle chic") Principio de elegancia de Brugmann: Resolver los problemas con los medios más simples y económicos. La bici en la ciudad es el medio más sencillo y económico para realidar los desplazamientos y por ende, el más elegante.
Un saludo.
vivan los repartidores de chichas!aunque vayan en bicis del carrefour jj
ResponderEliminarla bici fuera del ocio pertenece al pasado,pero volverá aunque sea sin gana de muchos(el petroleo no va haber quien lo pague)